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Tuesday, March 27, 2012

Había una vez un payaso

Una fiesta de cumpleaños con payaso.



Pagamos $175 por un payaso. Todo ese dinero por que alguien nos haga reír. Por que divierta a nuestros niños en un cumpleaños. Hoy en día estamos dispuestos a pagar por que hagan felices a nuestros niños. Pues así, al igual que muchos padres modernos, pagamos por que un payaso llamado Fosforito, nos hiciera reír en el cumpleaños de nuestro hijo Diego Armando.  Pagamos por un show en el cual hubo, como en todos, risas, juegos, canciones y hasta lágrimas.  Sí, lágrimas de risa y de satisfacción.

A continuación un resumen de lo que nos costó $175.

La sección de magia.  Una vez más desapareció un pañuelo.  Pero esta vez no fue un simple pañuelo rojo o azul o amarillo. Esta vez fue uno que tenía en un lado la alegría, en el otro el amor y en otro a Dios.                                                              

Y desapareció....y no lo veíamos, pero sabíamos que existía.  Así como no vemos ni la alegría, ni el amor, ni a Dios, pero sabemos que existe. 

Y apareció.... nada más y nada menos que en el corazón de un niño. 
Ahí donde no hay preocupaciones, envidias o sentimientos que los opaquen.

El payaso trajo una flor.  Una flor partida, que recobró la vida, no con magia ni con agua, sino con una oración a Dios.  Pero no fue una oración cualquiera. Fue una llena de fe y recitada por los niños. 

¿Es que acaso a los adultos se nos acaba la fe o se nos olvida orar?

La piñata.   Sin empujones, ni gritos, ni lágrimas.  Una piñata que trataron de romper los niños y no lo lograron.  Quien logró romperla fue nuestro hijo y no la rompió sólo.
Lo hizo con la ayuda de papá. 

¡Qué mucho pueden lograr los niños con la ayuda de los padres!

Además de esto, hubo una piñata especial para mamá.  Mamá no tuvo necesidad de darle golpes para romperla, por que sin ningún esfuerzo, de ella salió papá. 

¡Qué mejor regalo para una madre, que el tener a papá a su lado para juntos educar a sus hijos en el amor!

Cumpleaños Feliz.  Cuando llegó este momento fue necesario que todos los presentes se acercaran a la mesa del bizcocho.  Sí, todos, no sólo los niños.  Y el payaso pidió a los familiares del niño que le dijeran algunas palabras especiales en el día de su cumpleaños.  Comenzó con su hermanitaVerónica, la cual SIMPLEMENTE dijo:  “Que lo quiero mucho”.  Estas tres palabras fueron el comienzo de un río de cariño, de amor y de buenos sentimientos para un simple niño de 3 años.  El payaso de $175 sacó palabras de amor del corazón de los adultos. 

¿Cuantas veces dejámos salir amor de nuestros corazones hacia el corazón de nuestros hijos? 

Y después de todo eso el payaso dijo: “Dieguito, todos te queremos mucho, pero Dios te quiere más”.  ¿Existe alguna verdad mayor que ésta?  Todos sabemos que no.

Así se acabó el show del payaso.  Se despidió de todos nosotros, pero antes de irse le dijo un gran secreto a nuestra hija mayor (de apenas 6 años): “Sigue portándote bien”.  Y la hermanita, como todo niño, no pudo guardar el gran secreto y se lo contó a mamá.

Por todo esto fue por lo que paguamos $175. Hoy, no podemos decidir qué vale más, si el acto de  magia, los chistes, la piñata o todo el amor que  nuestro hijo y nosotros como familia no vimos pero sí sentimos en el tan esperado “Cumpleaños de Diego Armando”. Pagamos $175 por un payaso. Pagamos $175 por que ese payaso nos hiciera reír. Por que en su show nos hablara de la magia de Dios, la risa de la amistad y la grandeza del amor familiar.  ¿Qué son $175 al lado de todo esto?   Para nosotros,  NADA.


¡Gracias Payaso Fosforito!

Diego Armando, Verónica, Vilmary y Buby
Naranjito, P.R.